domingo, abril 12, 2009

Editorial - abril 2009

Al último concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional al aire libre en el partido de La Matanza acudieron 20000 personas.

La música sinfónica es popular.

Se dispersó sobre los 5 continentes. Sus grandes creadores figuran en las agendas culturales, algunos desde hace siglos.

La música sinfónica contribuyó a la formación del ciudadano emancipado en la modernidad. Durante siglos acompañó y reflejó tanto los sondeos en las profundidades del alma humano como las grandes transformaciones sociales. Su lenguaje es universal.

Enriqueció y consoló a una infinidad de seres humanos en tiempos difíciles. Su ejercicio y recepción global representan comunicación y coexistencia pacífica por excelencia.

Los estados modernos rinden homenaje a tal trayectoria y tal potencial.
Mantienen orquestas sinfónicas. Las albergan - como a todas las instituciones pilares de un Estado - en edificios funcionales y representativos. Funcional quiere decir en este caso: aptos para la mejor entrega y máxima difusión de la música. Representativo quiere decir: dando testimonio duradero del orgullo de la ciudadanía nacional.

La fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional por Juan Domingo Perón fue coherente con la importancia reconocida que tiene la cultura sinfónica en los tiempos modernos: "Que la Orquesta Sinfónica del Estado actúe ... como el encargado de afianzar el temperamento musical innato en la espiritualidad latina y, por ende, en el sentimiento popular argentino; Que, con la creación de ese gran conjunto, podrá disponerse del instrumento que constituya el diapasón de universal resonancia que nuestra música requiere y brinde, a la vez, el medio más eficaz de la educación artística del pueblo; ... de que llegue a grandes y pequeños auditorios de todas las regiones la interpretación de los clásicos de la música y de los creadores autóctonos..." (Decreto de Fundación, 1948).

También es coherente la puesta a disposición de una infraestructura para el cumplimiento de los propósitos institucionales. El actual proyecto "Centro Cultural Bicentenario" en el Palacio de Correos incluye un auditorio sinfónico que concilia las necesidades acústicas con la demanda del público (cerca de 2000 butacas). Servirá como sede de la Sinfónica Nacional, ámbito de sus ciclos principales de conciertos, punto de partida para sus giras nacionales y punto de referencia para la representación internacional, escenario para grandes artistas y conjuntos que visiten el país, lugar de producción de discografía, videos y documentales, emisor de las grabaciones por los canales de difusión masiva, lugar de encuentro de la ciudadanía, además - por su dominio público - un vital contrapeso a la marea de edificaciones privadas en esa zona de terrenos históricos y emblemáticos de la argentinidad (a pasos de Congreso - Cabildo - Casa Rosada - Puerto), además atracción turística, etc. ...
Estas son buenas razones para realizar la obra.

Además, para el peronismo representaría la cancelación de una deuda histórica con el pueblo argentino (transcurrieron casi 60 años entre la fundación de la orquesta y la proyección del auditorio sinfónico en el correo).

El Centro Cultural Bicentenario es un proyecto del Gobierno nacional a través del Ministerio de Planificación.
Si analizamos el manejo político-institucional de la Orquesta Sinfónica Nacional por parte de la Secretaría de Cultura de la Nación, termina la coherencia.

La Secretaría de Cultura gestionó la mayor parte de la temporada sinfónica 2009 a realizarse en una sala que tiene capacidad para 450 oyentes. Cada viernes se cierra la puerta de la Bolsa de Comercio en la cara de centenares de oyentes que vienen a escuchar el concierto, por estar ya colmada la sala. ¿Grandes auditorios, difusión, universal resonancia?

Los delegados de la orquesta tratan de impulsar giras al interior, reclaman la representación del país en la Feria Internacional del Libro en Frankfurt/Alemania 2010 (Argentina será en ella invitado de honor), piden ámbitos adecuados para satisfacer la demanda del público, ansían estímulos artísticos, se preocupan por el futuro Auditorio Nacional...
Atípico.
Los gremios asalariados suelen pedir más dinero, no más desafíos y trabajo.


El mal aprovechamiento del organismo radica en la designación de autoridades en el área que no tienen afinidad emocional con el arte universal, ni tampoco afinidad ideológica con la cultura sinfónica.
Para ellos, la cultura sinfónica tiene demasiado peso histórico, demasiados requerimientos técnico-administrativos y demasiada exigencia de buenos modales (*); sus profesionales son todos unos soberbios (pura proyección) y además, el clima de ambición que reina en su ámbito, más su provocativa eficacia en la acción concertada, son motivo de roce perpetuo con la tradicional mentalidad burocrática y sus marañas.

Lo cierto es que los músicos sinfónicos no son soberbios, solamente saben que han trabajado duro y que tienen mucho para ofrecer.

Una política cultural coherente con el mencionado decreto del Presidente Perón haría brillar a su selección nacional de la música sinfónica, en vez de esconderla. -

(Esta nota "Editorial - abril 2009" se publicó en la última etapa de la gestión Nun/Goldman. En julio del 2009 se produjo un cambio de autoridades en la Secretaría de Cultura de la Nación).